jueves, 19 de noviembre de 2009

Se siguen riendo de nosotros

Moción de absolución


LA FOTO QUE OCUPÓ LA PRIMERA página de este periódico el día miércoles, en la que aparecen en risueña actitud, casi burlona, desafiante de cualquier manera, el ex ministro Andrés Felipe Arias y su sucesor el ministro de Agricultura, Andrés Fernández, es un registro fiel de lo que ocurrió en el Senado con el rechazo de la moción de censura promovida por el Partido Liberal para debatir la responsabilidad política del segundo de ellos en la adjudicación de millonarios subsidios del programa Agro Ingreso Seguro (AIS) a personas pudientes cercanas al Gobierno.

Ciertamente estamos ante una victoria política del Gobierno. Lo cual no tendría nada de malo, si estuviera basada en argumentos contundentes. No es cierto aquello de que el único resultado aceptable para los críticos de la política agraria impuesta en estos años fuera una moción de censura exitosa, como algunos han salido a decir. Lo que sabemos todos es que el origen de este éxito gubernamental no está tanto en la contundencia de las explicaciones de retrovisor del ministro Fernández en el debate, sino más bien en el tradicional manejo de favores desde el Ejecutivo para controlar las decisiones del Legislativo. Lo cual, antes que risa, debería generar cuando menos cierto pudor.

Las declaraciones que dio a la prensa, tan pronto quedó confirmada su permanencia en el cargo, antes que respetuosas con los ciudadanos que han asistido atónitos a las denuncias sobre irregularidades en el manejo del dinero de sus impuestos, confirmaron el soberbio semblante de la foto comentada. “Ahora sí que menos voy a renunciar” y “hoy le podemos confirmar a Colombia que el programa AIS es serio” fueron dos de sus provocativos comentarios.

La moción de censura, que era un mecanismo concebido para el control político, es ahora el principal legitimador de una política injusta, suficientemente discutida en espacios académicos y de opinión como para que se la defienda con desparpajo y se nos diga, además, que continuará sin variación alguna.

Si bien es cierto que en ningún otro momento de sus 18 años de existencia la moción de censura ha sido aplicada, es difícil negar que el mecanismo, originalmente ideado para darle mayor poder e independencia al Congreso, lo que realmente mide hoy es la lealtad con los ministros de turno. Se vio en la tarde del martes al ministro de la Protección Social, Diego Palacio, que nada tenía que ver con el orden del día, sentado en la mesa directiva tomando atenta nota del comportamiento de los congresistas. Y ello después de una reunión celebrada en el Palacio de Nariño con aquellos conservadores que hace una semana estaban indecisos frente a su votación pero que, según lo explicó Palacio, tenían solicitudes “en renglones distintos al escándalo de Agro Ingreso Seguro”.

En el momento decisivo de la votación, además, algunos de los miembros de la oposición que con más ahínco se habían aferrado a la defensa de la moción de censura no aparecieron. Algunos explicaron que la sesión arrancó antes de lo esperado. Otros simplemente guardaron silencio frente a su ausencia. De todos puede decirse que faltaron a su compromiso con la posibilidad de llegar hasta el final del debate iniciado.

Próximamente el debate será en la Cámara de Representantes. Desde ya sus promotores afirman que el resultado será otro, que el mensaje del Congreso a la ciudadanía hará énfasis en que no comparte el modelo de la política agraria implementada para favorecer a los más ricos y poderosos al tiempo que los que sí requieren de los subsidios no son considerados. El país estará vigilante. Como lo está a la espera de que la Procuraduría y la Fiscalía se pronuncien con prontitud. Porque en este tema no es sólo la cabeza de un ministro lo que está en juego.

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